El Enólogo, un “tutor” de 360°
Un buen vino es fruto del trabajo esmerado y apasionado de una serie de profesionales que, con abnegación, se dedican a todo el proceso de elaboración, desde la vid hasta la botella. Enogolo se encuentra entre ellos y su papel fundamental ha evolucionado a lo largo de los años hasta convertirse en un auténtico tutor del vino.
Como parte de nuestro viaje semanal al mundo del vino, abrimos una mirada en profundidad a lo que resulta ser una figura clave (o mejor dicho, LA figura clave): el Enólogo , es decir, el que da forma y moldea el vino. néctar de Baco, el que da vida a nuestra bebida amada.
Los amantes del vino saben que tienen un fiel “compañero de viaje” para toda la vida, que estará siempre dispuesto a animarles en los momentos de alegría, a consolidar agradables momentos de compartir con amigos, a realzar su mesa tanto en ocasiones especiales como en la vida cotidiana, a reconfortarles en los malos momentos. Estos son los colores del vino, esta es la belleza que surge de su encuentro.
Conocer el vino significa también ir más allá de la apreciación de la botella “terminada” lista para ser degustada, significa tomar conciencia y respetar también a quienes dedican su vida a esta creación capaz de colorear nuestras vidas.
La figura del enólogo

El Enólogo , aquel que se encarga de la sonrisa y la emoción que un gran vino regala a cada uno de nosotros, es una figura que a lo largo de los años ha sufrido diversas metamorfosis y evoluciones, siempre mejorando y con una visión más global, hasta el punto de situarse en un rol que se instala a medio camino entre el productor y el consumidor.
Inicialmente, se ocupó de toda la fase de producción, desde el período de selección y cosecha de las uvas, hasta las múltiples técnicas de corrección, afinamiento y envejecimiento del vino: el verdadero trabajo "detrás de escena" que pasa por la sensibilidad en saber seleccionar los tiempos y los mejores recipientes adecuados para el reposo del vino identificados entre los muchos tipos de materiales disponibles como acero, calidades específicas de madera, ánforas, etc.
Con el tiempo, los factores del cambio climático y la diversificación de la estructura de los distintos “terroirs” han elevado el papel del enólogo que ya no se limita a verificar únicamente las características del mosto o la consecución de la maduración ideal de las uvas. Hoy su aportación va mucho más allá de su función inicial: realiza un estudio real Partiendo de las condiciones climáticas actuales y previstas, estudia las características del suelo, continúa como en el pasado a cuidar el período de cosecha, planificando una cosecha temprana si es necesario, hasta la maduración, envejecimiento y embotellado.
De esta manera, el vino ya no es el fruto de una simple cosecha, sino el resultado de años de investigación y experimentación que elevan el producto final hasta el punto de otorgarle un reconocido prestigio mundial. Así como un niño necesita un guía educativo que "condicione" de la mejor manera posible las distintas fases de su crecimiento, con el objetivo de desarrollar las características genéticas a las que pertenece, proporcionándole las mejores condiciones y las herramientas más adecuadas para dirigirlo, así el Enólogo hoy se presenta como una especie de “tutor de la vid”, un educador, un formador que moldea el desarrollo de aquellas características que la uva presenta de manera diferente cada año dependiendo del estado de ánimo de la Madre Naturaleza.

Y al igual que un niño, sin guía, tendrá dificultades para adquirir esa educación, esa cultura y esa capacidad de relacionarse con la vida que son la base del éxito, así un vino, sin una cultura científica y tecnológica adecuada, tendrá dificultades para regalarnos esas emociones que sólo la calidad es capaz de revelarnos .
La evolución de la figura profesional
A lo largo de los años, la adquisición por parte del Enólogo de una visión de su trabajo que iba más allá de la aplicación de la técnica y la ciencia y que abarcaba aspectos estratégicos, de gestión y productivos, junto con una capacidad fundamental de escucha del mercado y de los clientes, ha sido crucial para la renacimiento del vino italiano pasando por la creación de productos que inevitablemente también satisfacen las necesidades del consumidor: estamos ante la evolución de una figura profesional, en definitiva, que a 360° representa el corazón palpitante de una empresa y de la que se convierte también en un comunicador fundamental. La atención entonces a no estandarizar los procesos con el consiguiente riesgo de "banalizar" el producto o, peor aún, de no acompañarlo en el desarrollo de su potencial, está obviamente ligada a la sensibilidad y habilidad del Enólogo que ahora se ha consolidado como La verdadera aguja en la balanza del éxito de una empresa y que gracias a esta nueva visión, ha sentado las bases para la recuperación cualitativa del vino.
Poner el foco en esta figura significa ir más allá del puro placer del producto, significa tomar conciencia de todo el trabajo que supone crear un vino y despertar esa gratitud y ese respeto por la persona que, a 360°, actúa como un tutor comprometido en dar forma cualitativa a la Naturaleza, en colorear la vida del hombre a través de una de sus múltiples facetas alegres.
